Según la OCDE, España ya es el país con la mayor tasa de trabajadores pobres de Europa y el quinto del mundo. Y no parece que vaya a ir a mejor.

co.bas Madrid

Nada nuevo para los millones de trabajadoras y trabajadores a los que desde siempre nos ha sobrado mucho mes al final del salario, incluso trabajando a tiempo completo. La noticia es que la humillación a la clase trabajadora en el estado español va camino de ser campeona mundial, una vez asegurada holgadamente la consecución del título europeo. Los avances en el campeonato de millonarios son notorios también en los últimos diez años, especialmente desde el inicio de la crisis: séptimos de Europa, y decimocuartos del mundo.

Como decimos, según los datos proporcionados por el estudio Compara a tu país, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) España lidera la pobreza laboral entre los países comunitarios. No solo lideramos, con un 14,8% de nuestros hogares con al menos un trabajador o trabajadora por debajo del umbral de la pobreza, es que estamos muy lejos del 8% de la media de la OCDE, así como de la de nuestros vecinos: Portugal (9%) y Francia (7,1%).

Comparados con el resto del mundo ya solo hay seis países con mayores índices de trabajadores pobres: China (con el 25% de los hogares bajo el umbral de la pobreza), India (18,5%), Costa Rica (16,8%), Brasil (15,9%), Turquía (15,5%) y México (15,3%). En el extremo contrario se encuentran Irlanda, Alemania y Chequia, todos ellos con menos del 4% de los hogares en esta situación.

Según explica la economista Lídia Brun, investigadora doctoral en macroeconomía y desigualdad en la Universidad Libre de Bruselas. «La reducción de las rentas percibidas por el trabajo es uno de los principales factores de aumento de la desigualdad, ya que los beneficios ya se han recuperado y cada vez se distribuyen más en forma de dividendos y no de salarios o de inversión productiva». Con estos datos podemos decir que estamos muy cerca de los mayores niveles de desigualdad del mundo.

De hecho, hasta la nada sospechosa de izquierdista Comisión Europea ha alertado en diversos informes de los altos niveles de desigualdad, pobreza y exclusión social existentes en nuestro país. La desigualdad se suele medir con el índice de Gini, en el cual el valor 0 significa máxima igualdad. Cuanto más alto es, más desigual es el país. En España el índice en 2007 se situaba en 31,9, mientras que en 2016 ascendía hasta un 34,5.

La pobreza laboral, ¿consecuencia de la «recuperación» o elemento esencial del modelo económico actual?

Pues va a ser lo segundo. Según los datos difundidos por Eurostat, el beneficio empresarial de las compañías no financieras alcanzó el 42,8% del valor añadido bruto en 2017. Es decir, de toda la producción, casi la mitad queda como beneficio empresarial para remunerar al capital (una vez descontado el coste de los productos intermedios).

Hasta el inicio de la crisis, lo normal era que los beneficios empresariales se situasen por debajo del 40% del valor añadido bruto. Hasta ese momento, la mayor parte de la renta se repartía entre los trabajadores en detrimento de la remuneración del capital. Sin embargo, con la crisis, la devaluación salarial permitió mitigar la caída de los beneficios empresariales, que lentamente empezaron a tener un peso creciente. Resumiendo, la mayor parte del ajuste ha recaído sobre los salarios, mientras que los beneficios empresariales están en máximos históricos.

Este cambio en el equilibrio económico del país se produjo durante la crisis, pero no ha revertido con la recuperación. De hecho, es la primera vez en toda la serie histórica que un proceso de crecimiento económico y caída del desempleo no revierte en un incremento de la renta destinada al pago de salarios.

Por lo tanto, la pobreza laboral no es una consecuencia desgraciada del bienintencionado proceso de recuperación, sino un elemento “estructural” del actual modelo económico y esencial para su funcionamiento óptimo, centrado únicamente en el beneficio empresarial, como demuestran los datos presentados al inicio.

El mercado laboral necesita de esta forma la inestabilidad y precariedad de nuestros contratos y salarios para que las empresas puedan mantener sus beneficios crecientesPero claro, estas condiciones necesitan de un marco político y legislativo que no sólo no las dificulte sino que las favorezca. El PP evidentemente hizo todo lo posible por favorecerlas. Y tirando de hemeroteca y de las muchas declaraciones de intenciones de Pedro Sánchez desde la oposición, era lógico pensar que el acceso al gobierno de este podría suponer que las cosas fueran a mejor. Pero finalmente parece que no va a ser así.

¿Por qué no parece que vaya a ir a mejor?

Tras la política de tierra quemada y ruina para la clase trabajadora llevada a cabo por los gobiernos de Mariano Rajoy (PP), iniciada por Zapatero y su reforma constitucional, el Gobierno de Pedro Sánchez (PSOE) y Unidos Podemos han alcanzado un “Acuerdo de Presupuestos Generales del Estado 2019, Presupuestos para un Estado Social” que recoge entre otras medidas la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) hasta los 900 euros, y que los firmantes consideran un punto de inflexión para la recuperación social, pero que realmente está muy por detrás de las exigencias que desde la calle vienen haciendo los trabajadores/as en activo junto a los/as pensionistas y el resto de los sectores populares, incluidas las organizaciones feministas. En palabras de Ángel Luis Parras, pensionista y miembro de la Comisión Intersectorial de co.bas Madrid, » venden como progresistas medidas que se mueven entre las absoluta insuficiencia y la nada».

Como explica claramente Parras en un artículo publicado en nuestra web, en su opinión » la bajada general de salarios que ha acompañado la crisis, y que perdura en la cínicamente llamada “recuperación económica”, está vinculada a la proliferación de las jornadas a tiempo parcial, la temporalidad, la rebaja de categorías y el llamado subempleo. Por eso hablar de subida del SMI como “medida estrella” cuando prevalecen las reformas laborales es pura charlatanería, para millones de trabajadores y trabajadoras».

Además, explica Parras, «el salario mínimo, sin derogar las reformas laborales, tiene una incidencia escasísima más allá del autobombo que se quieran dar los firmantes. De hecho hasta en los sectores con peores salarios, Hostelería, Comercio, o Limpieza de Edificios y Locales, los convenios establecen “salarios suelo” que superan el SMI con la anunciada subida incluida.

Pero no parece que vaya a haber ni derogación de las sucesivas reformas laborales que han conseguido precarizar el trabajo hasta los límites de alcanzar el record europeo de trabajadores pobres y situarnos entre los diez primeros puestos mundiales, también en desigualdad, ni medidas laborales y sociales que saquen a la clase trabajadora de la pobreza y precariedad cada vez mayores en las que nos encontramos.

Por eso no parece que la cosa vaya a ir a mejor.