“No tenía ni idea de la miseria que existía en FNAC”, nos dice la gente en estos días. “¿Cómo puede ser que con esos beneficios y con la imagen tan guay que trasladan, y con los conciertos de grupos y gente comprometida que presenta allí sus discos y libros, os puedan explotar así? Parece mentira.” Desgraciadamente no es mentira, sino la realidad de la precariedad y la explotación laboral que desde siempre, y cada año con mayor voracidad, forma parte de la vida de las trabajadoras y trabajadores de FNAC, y que ahora la crisis del coronavirus simplemente ha vuelto a destapar.
Más de mil trabajadoras y trabajadores de FNAC y otras multinacionales tendremos que subsitir con unos ingresos de poco más de 200 euros durante al menos mes y medio, hasta que cobremos la prestación por desempleo entre el 10 y el 15 de mayo por el retraso anunciado por el colapso del SEPE. El resto de los más de mil seiscientos trabajadores afectados por el ERTE en el que nos encontramos desde el 14 de marzo, con entre 400 y 500 euros. Y como nosotras prácticamente las del resto de empresas del sector de grandes almacenes y comercio: H&M, Mediamarkt, Primark, etc… donde la mayoría de los contratos son de tiempo parcial, y una reducción por mínima que sea del salario evidencia la pobreza que padecemos.
Desde la sección sindical de co.bas hemos pedido a la empresa que se faciliten anticipos ante la urgencia de la situación de muchos compañeros, dado que no tenemos capacidad alguna de ahorro. Vivimos al mes, y muchas veces ni eso. Pero la empresa de momento no los ha proporcionado a quien los ha pedido, a pesar de habernos dicho que lo harían. Lo que sí que han hecho es eliminar de repente la aplicación para solicitar anticipos de la intranet, e informarnos de un procedimiento para que nos devuelvan a posteriori el importe del descuento de empleados si compramos por internet.
FNAC es una de las decenas de multinacionales a las que, aún contando con beneficios multimillonarios cada año y con accionistas igualmente multimillonarios, el gobierno les ha aprobado el ERTE por fuerza mayor, haciéndose cargo con fondos públicos tanto del 70 % de los salarios como del 75% de las cotizaciones. Fondos públicos que se requieren para la emergencia sanitaria existente y la social que se avecina, y no para proteger el reparto de dividendos de estas máquinas de machacar personas. FNAC España, por ejemplo, forma parte del Gupo FNAC-Darty, que sólo en 2019 obtuvo 105 millones de euros de beneficios, y este año repartirá más de 40 millones entre sus inversores, CECONOMY – grupo accionista mayoritario también en Mediamarkt – VIVENDI y SFAM, todos ellos con beneficios multimillonarios también. ¿Realmente lo necesitaban aunque sus ingresos en dos meses se limiten a las no despreciables ventas online?
¿Era necesario invertir dinero de todas y todos para rescatar a estas multinacionales explotadoras como FNAC, donde los despidos son constantes, las condiciones laborales son miserables e incompatibles con una vida emancipada y con cotizaciones que aseguren jubilaciones dignas, el trato a los trabajadores está basado en el miedo y las presiones, y además aplastan al pequeño comercio y convierten el centro de las ciudades en parques temáticos?
El 70% de la plantilla de FNAC tiene contratos a tiempo parcial, lo que supone salarios de poco más de 600 euros al mes. Es decir, muy por debajo del salario mínimo interprofesional, y en el umbral de la pobreza según el INE. Entre el 30% restante de la plantilla, la mayoría cobra un salario de poco más de mil euros trabajando a tiempo completo, mientras que una pequeña parte – managers y directivos/as- se dispara a los cerca de tres mil euros al mes, al margen de cuantiosos bonus y con unas condiciones de descanso semanal dignas. El resto tenemos derecho a librar sólo seis fines de semana al año y trabajamos 9 horas los domingos y los festivos, y de forma gratuita, sin remuneración especial.
No es algo nuevo, muchas y muchos llevamos años denunciando esta situación, incluso en la prensa, y luchando contra ella, lo que nos ha valido la represión por parte de los sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO, en los que muchas militábamos anteriormente, con discriminación profesional y con persecución por parte de la empresa. Incluso con compañeras y compañeros que han sido acosados, por luchar contra esta precariedad, hasta provocarles la baja por depresión. Pero de momento no ha servido de nada. La normativa laboral se va adaptando gobierno tras gobierno desde hace décadas para mantener esa precariedad y explotación laboral de la gente trabajadora al servicio de las grandes empresas. Y los que dicen llamarse sindicatos de clase, se han convertido en grupos de interés que acompañan, cuando no defienden, las decisiones empresariales escudándose en el mal menor. Por lo menos no nos dan latigazos, les queda por decir para justificar los convenios colectivos miserables que les firman sonriendo.
Pero la resignación no es el camino. La lucha es el único camino, y es el que debemos seguir ahora con más razón que nunca, porque esta nueva crisis del sistema capitalista debe pagarla el capital y no la clase trabajadora. Tiene que pagarla quien tiene el dinero, no quien no lo tiene. Es de lógica humana. Y ese dinero ya no puede ser para pagar dividendos sino para rescatarnos a las y los trabajadores, y para proporcionarnos unas condiciones de vida dignas. Esa debe ser la revolución que debemos iniciar.
Exijámoslo todas y todos desde cada centro de trabajo y desde cada calle cuando volvamos a ella.