QUE DEBEN SER LAS DELEGADAS Y DELEGADOS DE CO.BAS
Presentación
En los últimos años co.bas hemos ido creciendo en afiliación y en presencia dentro de las empresas, lo que se ha reflejado en un aumento considerable (dentro de nuestras modestas cifras) del número de delegados y delegadas obtenidos en las elecciones sindicales.
Nuestros delegados/as son en general el producto del enorme descontento entre los trabajadores/as no solo con sus cada vez más precarias condiciones de trabajo, salarios de miseria y pérdida de derechos, sino del rechazo al papel cómplice en todo ello de los sindicatos tradicionales. La lucha por el trabajo y los derechos laborales obliga a tener que enfrentar no solo a la patronal sino a la burocracia sindical.
Muchos de esos delegados y delegadas surgen de las bases de los trabajadores/as, hartas de la situación, dispuestas (de manera digna de elogio) a dar un paso al frente y organizarse. Sin embargo en muchos casos, como es lógico, carecen de experiencia sindical. En otros casos, los actuales delegados/as de co.bas provienen de algunos años de militancia en sindicatos dirigidos por la burocracia.
Estamos obligados por tanto a ayudar entre todos/as a la formación, a apoyar en su nueva andadura en co.bas y es de ahí que nace la necesidad de este material que pretende recordar qué queremos y qué no queremos que sean los delegados y delegadas de co.bas.
En la tarea de reconstrucción del sindicalismo de clase, qué es lo que debe servirnos de lo viejo y qué es lo que no podemos volver a repetir, resulta a veces complicado de discernir.
El código de conducta de los delegados/as de co.bas debe ser algo elaborado, comprendido y asumido por todos/as.
A riesgo de alargar más de lo que deberíamos este documento, hemos considerado necesario hacer algunas reflexiones, a modo de preámbulo, que ayuden a comprender que nosotros/as somos (y tenemos que demostrar que somos) diferentes y opuestos a lo que ha sido la práctica sindical de los “grandes sindicatos” en estas ya largas tres décadas desde que fueran legalizados.
I.- ALGUNAS REFLEXIONES PREVIAS
La conciliación de clases clave para mantener el dominio de los de siempre
El sistema capitalista bajo el que vivimos, a diferencia de todos los sistemas sociales que conoció la historia de la humanidad (esclavismo, feudalismo…) es el más complejo de combatir porque mantiene la explotación de los trabajadores/as y la opresión de los mismos bajo la apariencia de la “libre decisión”. Las relaciones sociales aparecen como un “contrato libre” entre empresarios y trabajadores, uno aporta el dinero y otro la fuerza de trabajo y “libremente” establecen sus relaciones de producción.
Las leyes, el Estado, los jueces y Magistraturas, aparecen a ojos de la sociedad como si de órganos “neutrales” se tratara y presentando el interés de la burguesía, de la patronal, como si del “interés general” se tratara. Cuando centenares de miles de trabajadores/as son despedidos por EREs y ERTES, cuando se ven abocados al desempleo o a sufrir la arbitrariedad patronal; cuando se ve que a los banqueros se los rescata con dinero público pero a los trabajadores no los rescata nadie, aparece en esencia lo que es esta sociedad. Aparece que no es otra cosa que una sociedad de clases, donde una minoría son los propietarios de las grandes fábricas, bancos y medios de producción y una inmensa mayoría no tiene más que su fuerza de trabajo que vender. Toda la ideología que propagan mediante sus medios de comunicación, mediante la educación, o sus partidos políticos, tienen como objetivo encubrir la realidad social, convencer a los trabajadores/as que no piensen ni actúen como tales, que no se reconozcan así mismo como clase social, como clase obrera, sino como «ciudadanos», como «gente», «personas»…
Pero mantener esa farsa social, esta hipocresía, mantener la paz social sin que en uno u otro momento la clase obrera explote, exige no solo la fuerza, la intimidación, exige que esa explotación, que ese dominio de clase se asuma como “normal” y los trabajadores/as den por bueno que las cosas “sean así” y “siempre fueron así”.
¿Podrían los Botín, lo Florentino Pérez, Ortega, Aristrain… convencer de esto a los trabajadores/as sin más? La realidad es que no, necesitan una colaboración imprescindible, la de aquellos que surgiendo de las propias filas de la clase obrera convenzan a los suyos de que la “colaboración” es fundamental, que se trata de “conciliar intereses”, que en esencia sustituyan la lucha de clases por la conciliación de clases. Ese papel es el que juega la burocracia sindical. A cambio de prebendas, de privilegios, de subvenciones…, la burocracia sindical hace de capataces, de “manigeros” de la patronal, y educa a sus delegados/s y a través de ellos, a los trabajadores/as en ese espíritu de conciliación, de «paz social», en esa resignación de “es lo que toca”, que las cosas “son así” y “siempre fueron así”.
Patronal, sindicatos y delegados/as en la historia del sindicalismo
Así pues, en la historia del sindicalismo fue siempre una constante la lucha entre los trabajadores/as por organizarse de forma independiente en defensa de sus intereses y la patronal, y la burocracia sindical, por encasillar a los trabajadores/ as en el marco de la conciliación, para evitar que su lucha pusiera en peligro el sistema mismo.
Desde principios del Siglo XIX, con la llegada de Alfonso XIII al poder en España, se ponen en marcha los llamados jurados mixtos para que quedasen “integrados” patronos, sindicatos y Estado.
En 1908 se aprueban dos leyes importantes: la Ley de Conciliación y Arbitraje, y la Ley de Tribunales Industriales, con la intención de reducir la creciente conflictividad laboral e integrar el movimiento obrero en el orden establecido.
Más de tres décadas después, con el triunfo del golpe franquista, la supresión de los sindicatos y la brutal represión sobre los trabajadores/as, la Dictadura fundó la Organización Sindical Española (OSE), conocida comúnmente como Sindicato Vertical. La Ley de Bases de la Organización Sindical estableció la afiliación forzosa de todos los trabajadores y empresarios (“productores”) en la estructura sindical del Régimen bajo los principios de «verticalidad, unidad, totalidad y jerarquía»
Como repetían los jerarcas del Sindicato Vertical: “los sindicatos verticales no son instrumentos de lucha clasista. Ellos, por el contrario, sitúan como la primera de sus aspiraciones, no la supresión de las clases, que siempre han de existir, pero sí su armonización y la cooperación bajo el signo del interés general de la Patria” Desde 1944 se celebraban elecciones sindicales para elegir a los representantes y delegados sindicales, y desde 1954 dejó de ser necesario el poseer un carnet de Falange para poder participar en las elecciones sindicales. No sería hasta después de 1958, tras la recuperación económica de los años de postguerra, un claro rejuvenecimiento de la clase obrera y la aprobación de la Ley de Convenios Laborales, que aumentó el interés y la participación de los trabajadores/as en las elecciones a representantes sindicales.
Toda la ideología del sindicalismo vertical bajo la dictadura, se asentaba en el principio de considerar el Sindicato como parte esencial del Estado, como “un complemento del Estado” cuya guía rectora era la “conciliación de intereses”, esa “armonización» de las clases “que siempre han de existir”. El Sindicato pues, pasaba a ser una organización del régimen, a su servicio y el de los empresarios que lo sostenían. Los enlaces y jurados nacían como un “órgano de conciliación”, donde los “productores” (empresarios y trabajadores) dirimían “su interés común”. Las luchas obreras desde mediados de los años 60 fueron haciendo surgir desde la base de las empresas las Comisiones obreras. Fue la lucha obrera la que minó el Vertical y al régimen franquista mismo, logrando acabar con el Sindicato vertical y consiguiendo la legalización de los sindicatos en 1976.
Del sindicalismo de nuevo tipo a los hábitos del viejo sindicalismo
Del viejo sindicalismo vertical y la lucha por lo que se llamó “el sindicalismo de nuevo tipo”, el de las asambleas, las comisiones de obreros electos por esas asambleas y revocables por las mismas, el del sindicato de clase, sociopolítico, concebido como un instrumento para la lucha obrera, fuimos pasando en algo más de tres décadas (no sin resistencia) al sindicalismo que hoy representan CCOO y UGT.
Bajo condiciones políticas muy diferentes, los viejos hábitos del Sindicato Vertical reaparecían con otro nombre. Los Sindicatos, financiados por el Estado a golpe de subvenciones, “formación”, gestión de fondos de pensiones (en común con los Bancos), entramado de empresas, participación en Consejos de Administración… se convirtieron en pesadas maquinarias dirigidas por “jerarcas sindicales”, por la nueva burocracia. No se trataba ya de impulsar la lucha obrera, de despertar en los trabajadores su conciencia de clase, de tener el sindicato como herramienta de lucha, organizado, dirigido y financiado por los trabajadores mismos para preservar su independencia. Los sindicatos, de la mano de los nuevos jerarcas sindicales, pasaban a ser “instituciones del Estado” cuya función social pasaba a ser “armonizar” la relación entre “los productores” (empresarios y trabajadores). Para muchos trabajadores/as los “Sindicatos” comenzaron a aparecer como algo ajeno a sus condiciones de vida, cuando no como cómplices directos de sus desdichas. y la creciente desigualdad. No es de extrañar que un viejo dirigente sindical dijera un día en una asamblea: “Dedicamos toda nuestra vida a luchar contra un sindicato vertical y ahora tenemos dos”. Guardando las debidas distancias que el sentido de las proporciones exige, no es de extrañar semejante afirmación.
La burocracia sindical y el papel de los delegados/as
La política de los dirigentes de CCOO y UGT explica en buena parte que hoy apenas alrededor del 13% de los asalariados/as están sindicalizados. El Estado español ocupa así, con mucha diferencia, un lugar de cola en los índices de afiliación sindical en Europa.
Millones de trabajadores/as carecen de representación sindical por el tamaño micro de la mayor parte del tejido empresarial, con todo y con eso las estadísticas oficiales dan que noviembre de 2021 había en torno a 260.000 delegados/as en el Estado español, de los cuales el 65% pertenecen a CCOO y UGT. Este dato es de suma importancia y conviene no perderlo de vista. Es cierto que el descredito de los grandes sindicatos es cada día mayor y la pérdida de afiliación muy grande así como de delegados/as, pero no podemos obviar esto, entre otras cosas, porque su peso sigue siendo desgraciadamente muy grande y siguen siendo un factor decisivo tanto en la desmovilización social como en el papel de salvaguarda de los gobiernos de turno y del “orden” dentro de las empresas.
Para lo bueno y para lo malo, el papel de los delegados/as sindicales es clave en el peso social de los Sindicatos. Sordo y Álvarez no podrían ser los grandes burócratas sindicales que son sin toda esa legión que en uno u otro grado los sostiene, sea en forma activa o en forma pasiva, de manera consciente o inconsciente.
La burocracia sindical es una casta cuyos privilegios se sustentan en el papel que juegan socialmente. La burocracia sindical es alimentada por la patronal y el Estado a condición de que cumpla su función social: contener al movimiento obrero, preservar la paz social, hacer de agente de la “armonización” de las relaciones entre patronos y obreros.
Esa burocracia va formando a los delegados/as al tiempo que se va marginando o directamente desprendiéndose de los/as que le resultan díscolos. Los delegados/as son “formados” en un papel de intermediarios. Se trata de inculcarles que su labor es mediar entre los trabajadores/as y la empresa.
Comienza pues por marcar las distancias, por separar a los trabajadores/as de sus representantes. Para ganarse las fidelidades, la burocracia comienza por elegir las listas de candidatos/as, es “la dirección del sindicato” la que elige a los miembros de la lista usurpando ese derecho a los afiliados/as.
En muchos casos, como se trata de que consten delegados/as para el cómputo de representación sectorial y para la financiación del Estado, los delegados/as (aunque no solo, sobre todo en las pequeñas empresas) son designados por los propios empresarios y aceptados como tales en las listas de CCOO y UGT.
La vida sindical de estos delegados/as no gira en torno a su obligación de informar, organizar a los trabajadores, alentar su lucha y su conciencia.
Se va generando así una corte en la que se sustenta la burocracia sindical. Pero ¿cómo mantener la fidelidad a la burocracia de tantos delegados/as? A veces las “liberaciones” para ocupar cargos en el sindicato durante años o casi toda una vida, son el mecanismo más directo de cooptación que utiliza la burocracia. Pero en general hay otros mecanismos. Uno de los más comunes es utilizar lo que es un derecho conquistado de todos los trabajadores/as para defender su derechos, como las horas sindicales, las garantías de los representantes para no ser despedidos, como si de un privilegio personal se tratara. Así ser delegado/a significa garantizarse el no ser despedido, el disponer de horas para uso personal y hasta utilizar el cargo para revalorizar su despido de acuerdo con la empresa si llega el caso, como ha sucedido desgraciadamente en numerosas ocasiones.
La burocracia sindical y las propias empresas no siempre utilizan políticas de choque contra los delegados/as más combativos. En no pocas ocasiones intentan cooptarlos, ganarlos para que actúen como los delegados/as de la burocracia, haciendo suyas –a modo de “propiedad”- las horas y utilizando las garantías sindicales como una fuente de reaseguro personal. Los delegados y delegadas que honestamente quieren cumplir su función no encuentran en estos sindicatos burocratizados más que el abandono, la falta de formación, cuando no el reproche o directamente la expulsión si plantan cara a esa práctica sindical.
Ni que decir tiene que la solidaridad, el apoyo a otros compañeros/as aunque no sean de su empresa o de sus sector, la preocupación por construir entre todos/as el Sindicato, está lejos, muy lejos de la preocupación de esos delegados/as que la burocracia ha ido deformando.
La desmovilización social, la falta de lucha, la pasividad de la clase obrera en los momentos de reflujo, de miedo, de desmovilización, ayuda y mucho a que esos delegados/as encuentren una especie de autojustificación para no cumplir con sus deberes y cargar la culpa sobre los trabajadores/as.
Cuando co.bas decimos en las presentaciones de nuestras candidaturas: «Ni intermediarios, ni salvadores, ¡representantes!»; cuando impulsamos que las listas electorales sean elegidas entre los compañeros/as de la empresa; cuando repetimos que no tenemos subvenciones ni las queremos; cuando decimos «No a los EREs y ERTEs»; cuando organizamos turnos de compañeros/as para atender el local; cuando pedimos asistir a una manifestación contra las reformas laborales o los recortes sociales, o en apoyo de esta o aquella lucha obrera, no estamos más que intentando recuperar los criterios más elementales del sindicalismo de clase, de construir un sindicato como herramienta de lucha obrera que es su razón de ser y construyéndolo entre todos y todas, sin esperar salvadores de ninguna especie. En esa tarea, el papel de los delegados/as es crucial porque ellos/as son la imagen pública del Sindicato, son la avanzadilla del modelo sindical que queremos reconstruir. Su ejemplo, su conducta cotidiana da o quita credibilidad a todo aquello por lo que luchamos.
CODIGO ÉTICO DE LAS DELEGADAS Y DELEGADOS DE CO.BAS
1.- Los delegados/as de co.bas son trabajadores/as que de forma libre y de manera altruista han optado por ponerse al frente de la defensa y la lucha de sus compañeros/as. Solo son diferentes a sus propios compañeros/as en que ese paso dado al presentarse expresa un nivel mayor de conciencia y de compromiso.
Su cargo sindical, por tanto, no estará nunca al servicio de obtener privilegio alguno, de beneficiarse en provecho propio de un cargo obtenido para la representación colectiva.
2.- Los delegados/as de co.bas son representantes de sus compañeros/as y no intermediarios de estos con la empresa, ni salvadores de nadie. Su acción sindical se producirá en tres líneas de actuación: información, representación y defensa, de los intereses colectivos de los trabajadores/as.
3.- Los delegados/as de co.bas serán los más firmes defensores de la unidad de los trabajadores/as para luchar por sus intereses colectivos. Por esa razón defendemos las asambleas, su carácter democrático y decisorio. No aceptamos ninguna forma de suplantación del derecho de los trabajadores/as a decidir. Promovemos y generalizamos la construcción de formas unitarias de representación de los trabajadores, a partir de las asambleas y de los organismos que los propios trabajadores/as elijan democráticamente.
Mientras la clase obrera no se dote de organismos unitarios y electos democráticamente superiores, rechazaremos la práctica de la burocracia sindical de inviabilizar o desconocer a los Comités de Empresa, que hoy siguen siendo el único organismo unitario y electo por los trabajadores/as.
4.- Las delegadas/os de co.bas deben caracterizarse por ser los/as máximos defensores de los intereses colectivos de los trabajadores/as frente al particularismo, al egoísmo y al individualismo en el que esta sociedad, la patronal y sus ayudantes educan a toda la clase obrera.
Pondrán especial empeño en explicar de forma paciente y de la manera más pedagógica posible, cómo los problemas “particulares de empresa” son parte de los problemas generales de la clase obrera. Como señalan nuestros estatutos: “Además de reivindicar la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de todos los trabajadores, asume la defensa de todo aquello que nos afecte como clase”
5.- Defender el principio de la solidaridad entre los trabajadores/as, comienza para los delegados/as de co.bas por aplicar ese principio de solidaridad en su funcionamiento interno como sindicato, es decir, apoyar, ayudar, a todos los compañeros/as del Sindicato que lo necesiten independientemente de que sean o no de nuestra empresa o sector. Para todo ello si fuera preciso, sería muy importante hacer uso de la militancia es decir, dedicar unas horas de nuestro tiempo libre, un día a la semana, al mes o cuando buenamente se pueda, para colaborar en el crecimiento, desarrollo y organización de co.bas
6.- Las delegadas/os de co.bas tienen como obligación ayudar a organizar a las compañeras afiliados/as comenzando por en el ámbito de su empresa y sector. Eso implica un esfuerzo por garantizar la reunión regular de las Secciones Sindicales y por ayudar a la organización por sectores dentro del propio sindicato y por tener la afiliación al sindicato como una preocupación permanente y colectiva.
Si en los momentos de ascenso de las luchas, de movilizaciones, los delegados/as de co.bas tienen que ponerse al frente de las mismas, en los momentos de desmovilización social, de apatía, de miedo colectivo que paraliza a los trabajadores/as, no podemos perder esa forma de conducta, de ser los más comprometidos y conscientes. La impaciencia o la desesperación solo acarrean alentar los reproches, la división, la desconfianza en la clase obrera y por esa vía en nuestra lucha misma.
7.- Las horas sindicales, son un derecho conquistado para poder informar representar y defender los intereses de todos los trabajadores/as, no son de uso particular ni privado del delegado/a. Por eso las horas sindicales deben ser utilizadas para la actividad sindical, (ya sea en formación, información, asesoramiento o en la representación individual o colectiva de los trabajadores/as).
Por ello procuraremos usarlas de forma que no genere dudas en su uso y si fuera preciso daremos cumplida explicación ante nuestros compañeros de la utilización que de las mismas hagamos.
8.- Los delegados/as de co.bas luchamos contra la moral burguesa predominante, la moral del “vale todo” que la actual sociedad sostiene y la burocracia sindical alimenta. No aceptamos, ni usaremos las calumnias, la difamación, el “matonaje” como forma de hacer “sindicalismo”.
9.- La relación entre los delegados/as de co.bas se rigen por el trato fraternal, como corresponde a una organización que debe ser una hermandad que lucha unida en defensa de l@s explotados y oprimidos/as. Las distintas opiniones, son un derecho legítimo y necesario. Se pueden expresar y defender con toda la pasión que se considere, pero estamos obligados al respeto entre compañeros/as. La falta de respeto, el insulto, la calumnia, la grosería, han sido hábitos que la burocracia sindical generalizó y estamos obligados a desterrar esa práctica de las filas del movimiento obrero, comenzando por no aceptarlas en nuestras propias filas.
10.- La batalla por la unidad de los trabajadores/as para luchar por sus derechos y mejoras, exige de los delegados/as de co.bas batallar en forma paciente contra toda forma de discriminación y de opresión en la que los trabajadores/as acabamos siendo cómplices así sea de manera inconsciente. Batallamos pues contra el machismo, la xenofobia y la la homofobia que impera en las propias filas de la clase obrera.
11.- Los delegados/as de cobas tendrán una especial preocupación por ir avanzando en su formación. Eso requiere tanto del esfuerzo colectivo, mediante cursos y materiales, como individual mediante la lectura y la búsqueda de información.
Cada nuevo delegada/a electo deberán comenzar por hacer un curso en el Sindicato donde se estudie tanto las atribuciones, derechos y obligaciones que legalmente tiene, como el Código de la conducta que de él o ella se espera.
Todos los delegados/as prestarán especial atención en participar de los cursos que regularmente se imparten en el Sindicato u otros que se puedan realizar a iniciativa de ellos o de cualquier afiliado/a.
12.- Las direcciones territoriales de co.bas, tal como se señala en los Estatutos, pondrán especial empeño en promover asambleas generales de afiliados/as de Madrid y entre asamblea y asamblea, cuando así fuera necesario y posible, reuniones de Delegados/as y activistas. Ese organismo consultivo, es fundamental para la participación colectiva de todos los delegados/as y activistas en la vida regular del sindicato, en la toma de decisiones del mismo. Por esa razón los delegados/as prestarán atención a asistir a esas reuniones cuando se les convoque.
13.- Los servicios jurídicos y técnicos del Sindicato son una conquista de todos nosotros/as y un instrumento auxiliar de primer orden para la actividad sindical. Su fortalecimiento ha sido y será una preocupación constante en el sindicato, porque es una herramienta fundamental de las tareas que deben realizar los delegados/ as de co.bas.
Sin embargo esos servicios no pueden sustituir en ningún caso la esencia de la actividad fundamental de los delegados/as, que su acción sindical. Si olvidamos esta norma básica acabaremos convirtiendo el Sindicato en un “despacho de abogados” y a los delegados/as en una fábrica de demandas ajena a la lucha de los trabajadores/as mismos. Más aún podemos convertir al Sindicato en un “aparato” metido en una guerra particular, jurídica, contra otros “aparatos”, desgraciadamente mucho más grandes y poderosos que nosotros, los de la patronal y la burocracia sindical.
14.- Las dudas, consultas, ayudas que los delegados/as necesiten deberán pasar por las estructuras sectoriales, con el fin de que estás sean de máxima ayuda a los delegados/as, la acción sindical sea el centro de nuestra actividad y no colapsemos nuestros recursos jurídicos y técnicos.