BOTÍN: LA MUERTE DE UN USURERO
Con la sorpresiva muerte de Emilio Botín el cinismo campa a sus anchas en el escenario social. Lógico es que sus beneficiarios, comenzando por el rey y el Gobierno, no escatimen elogios al difunto. Como comprensible es que personajes como Revilla, que no fueron más que serviles gobernantes de este magnate de las finanzas, recuerden como un “gran Mecenas de Cantabria” a quien convirtió Santander en Botingrado, como dicen muchos santanderinos.
Lo que no debería ser tan lógico es que mientras el país se sigue yendo por los desagües de una deuda que banqueros y especuladores cargaron al erario público, mientras en las calles el término banquero se asocia al de ladrón, haya personajes de la “izquierda” que se sumen al coro de plañideras del Jefe de los usureros.
Cándido Méndez fue de los primeros en dar sus condolencias a la familia y alabar a “una persona muy directa y con un trato sencillo, llano”. Lo hacía recordando que la UGT le invitaba actos de la organización en los que hablaba y resaltando el “mérito” de haber logrado que el Banco de Santander sea “una referencia para los procesos de cambio y renovación financiera a nivel mundial”.
Pedro Gómez, en nombre del PSOE, se sumaba a las condolencias. Y hasta Cayo Lara afirmó que «Botín no era exactamente la ‘Marca España’ y no hemos compartido su actividad privada en la dirección del banco, pero hoy hay que dar el pésame«.
Hay muertos a los que no se llora. Hay muertes ante las que no se puede rendir pleitesía y ante las que no se puede afirmar otra cosa que: uno menos.
Botín y su Banco simbolizan el núcleo duro del capital financiero español y representan un sistema social cuyo dominio es un cáncer para la humanidad. El Banco Santander es el mejor reflejo de los años de concentración bancaria al amparo del Estado y del régimen monárquico.
En una feroz competencia bancaria, Botín acabó arrasando con buena parte de sus competidores, sin escatimar artimaña alguna. En sus primeros años al frente del Banco Santander puso en marcha las célebres supercuentas (1989) con remuneraciones de hasta el 11%, que fueron un mazazo para sus competidores. Puso en marcha las llamadas cesiones de crédito: un sofisticado sistema para captar capitales mediante el cual el banco cedía créditos de un cliente a otro. En menos de un año y medio el artilugio financiero le reportó al banco de Botín depósitos por más de 2.600 millones. Muchos de estos depósitos no declaraban en Hacienda: eran los llamados depósitos opacos. Ese capital quebraba todas “las normas de la competencia bancaria”, ya que no contaban para el coeficiente de caja y podían rentabilizarse al 100%. Las cesiones de crédito, abrieron una grieta con sus competidores que fue infranqueable para algunos.
Sus alianzas internacionales y el respaldo que siempre tuvo del Estado y los gobiernos de turno que privatizaban las grandes empresas públicas, le auparon a ser el primer Banco de la Unión Europea por capitalización bursátil y colocaron al banco de Santander entre los primeros del mundo.
Como los viejos corsarios que ejercían la piratería al amparo de la Corona, Botín la ejerció en América Latina haciéndose con bancos en Argentina, Chile, Colombia, Brasil, Perú, Venezuela y México. Y hasta llegó a ser el principal accionista del estadounidense First Fidelity.
Si Botín no murió en la cárcel, es porque el poder reside en donde reside, en los Botines de este Mundo y los gobiernos de turno no son más que administradores devotos del poder real.
Hace tres años la Audiencia Nacional dio a conocer una investigación sobre Emilio Botín y cinco de sus hijos, entre ellos la expresidenta de Banesto y hoy sucesora del patriarca, Ana Patricia Botín. La investigación señalaba que mantenían, sin declarar, una cuenta multimillonaria en el HSBC suizo. La cuenta estaba a nombre de Emilio Botín, así como de su hermano, Jaime y de cinco de sus hijos. Todos ellos aparecían entre los 659 contribuyentes españoles que ocultaron más de 6.000 millones en la filial suiza del banco HSBC, el HSBC Private Bank.
Botín explicó que fue Emilio Botín Sanz de Sautuola y López, su padre, quien colocó el dinero en el exterior cuando salió de España en diciembre de 1936 tras el estallido de la Guerra Civil.
Pero lejos de ser procesado, Botín logró que el Tribunal Supremo estableciera una nueva doctrina, la ya llamada Doctrina Botín, que exoneró al banquero de ser juzgado. Un arreglo con Hacienda, el pago de 200 millones de euros y el cierre de la persiana por parte de la prensa, acabó resolviendo el caso y dejando el dinero a buen resguardo.
No hay pues pésame que dar. Ha muerto el jefe de los usureros.
Ángel Luis Parras